sábado, 18 de mayo de 2013

Tales of ash and dust

  Era domingo, otro domingo cualquiera en el que tras volver de la iglesia visitábamos a la abuela. Yo estaba en el salón, jugando con mis coches de plástico. La abuela se balanceaba en su mecedora, tejiendo otro de sus jerseys, sin levantar la vista ni un segundo. Papá y mamá habían subido arriba, decían que venían cansados y necesitaban dormir un rato. Oía cómo hablaban, aunque no llegaba a entender lo que decían, y en ese momento tampoco me importaba, yo era feliz con mi deportivo rojo, dejando atrás a todos los demás en la carrera que tenía lugar en el parqué de la sala de estar. Ya sólo quedaba el coche azul por delante, a segundos de la meta, cuando por fin... Un golpe sordo resonó por toda la casa. Yo miré a mi abuela, ahora quieta, mirándome a mi. Me sonrió levemente y siguió tejiendo. Yo, confuso, le devolví la sonrisa y me puse en pie para descubrir que había pasado.

-James, querido ¿Dónde vas?- preguntó rápidamente mi abuela.

-Voy arriba a ver que ha sido eso-

-Arriba están papá y mamá, no querrás despertarlos ¿No?-

  Negué con la cabeza y volví a sentarme, dispuesto a empezar otra carrera.

  Un par de horas más tarde mi padre bajaba las escaleras, tras él mi madre, aferrando su bolso contra sí misma. Llevaba el pelo a un lado, sobre la cara. Mi abuela la miró, y ella levantó la mirada brevemente para corresponderle. Su labio sangraba. Mi abuela entró a la cocina, volviendo con un trozo de papel para limpiar el labio de mamá cuando papá volvió del lavabo.

-Venga, tenemos que irnos- cogió a mi madre del brazo y miró a mi abuela con una de sus miradas de pocos amigos -James, nos vamos-

  Recogí mis coches y caminé hacia él. Noté cómo mi abuela me acarició el pelo cuando pasé a su lado.

-No quiero que toques al chiquillo- dijo mi abuela.

¿Por qué no iba a querer ella que papá me tocase? A mi me gustaba cuando venía del trabajo y me abrazaba.

-Tranquila- musitó mi madre mientras me rodeaba con sus brazos.

Mi abuela hizo un gesto de pesadumbre y nos acompañó a la puerta.

El viaje en coche fue aburrido. Los campos estaban amarillentos en esta época. Papá y mamá hablaban de dinero. Papá estaba serio y no apartaba la vista de la carretera. Mamá se limpiaba el labio y miraba de reojo a papá, asintiendo cada vez que él decía algo.

Llegamos a casa de noche. Mamá me envió a mi cuarto a ponerme el pijama. Algunos minutos después subió ella con el suyo puesto, se arrodilló ante mi y me acarició el pelo sonriendo.

-¿Estás cansado?-

Asentí

-Vamos a la cama- me cogió de la mano y se tumbó junto a mi.

Enseguida mis ojos se empezaron a entornar. Noté que mi madre me besaba la cabeza y me estrechaba en sus brazos contra su pecho. Me hacía sentir cálido y a gusto, por lo que no tardé en rendirme al sueño.

No hay comentarios:

Publicar un comentario