Pasaba por la plaza con el mandil
doblado sujeto en esas finas manos que temblaban por el frío. Dentro
unas manzanas botaban a cada paso de la ligera muchacha. La niebla
apenas le permitía distinguir la luz que emanaba de la chimenea de
aquella casona en lo alto de la colina. Dobló una esquina
encontrando un oscuro callejón. Una intermitente nube de vapor le
hizo fruncir el ceño extrañada por su origen. Tras la nube surgió
una figura encapuchada cuyo color sólo se compara al de la muerte.
Las curvas de sus prendas se deslizan suavemente hasta despuntar en
un brillo metálico que sonríe cínicamente mientras apunta al pecho
de la muchacha, la cual deja caer los frutos con expresión de amarga
sorpresa, procurando un limpio corte en el abdomen de mano de su
verdugo.
El brillo apagado y las entrañas
humeantes reposando sobre el empedrado mezclan el jugo de la vida con
unos cabellos rojizos. El verdugo queda enfrente de tal escena
observando detalladamente esos últimos borbotones de vida que surgen
entre convulsiones.
-¡Eres un desastre!- exalta una
apesadumbrada voz que surge a espaldas del verdugo -¿Así es como
pretendes conservar la esencia?- la figura recoge con los labios una
gota de sangre que corre en el cuello del verdugo dejando caer sus
largos y dorados cabellos sobre el hombro de tan siniestro ejecutor –
Límpiate, no quisiera que tu mujer nos fastidiara el juego, te queda
demasiado por aprender...- le arrebata el mortal filo y lo recorre
suavemente con la lengua, limpiando su original brillo.
-So... socorro- balbucea un delicado y
ahogado hilo de voz desde el suelo.
-¿Qué tenemos aquí?, ¿Nuestro
corderito se aferra a su decadente vida?- se agacha la rubia figura y
acaricia la mejilla de la muchacha -No temas cariño, yo acabaré con
tus penas- acto seguido se inclina lentamente sobre el pálido cuello
en el que entierra los colmillos y sacia sus ansias de sangre.
Mientras, el verdugo enfunda su
“quitavidas” y recuerda todas las almas que junto a él comparten
lecho cada noche, hasta que el sol entra por la ventana con rayos de
luz que espantan a muertos y resucitan a vivos. Él observa a su
mujer vestirse para un nuevo día a través de pequeñas partículas
de polvo que danzan en cada haz luminoso.
Cuando la extraviada hija de Lucifer
acaba su festín se relame los labios y se incorpora hacia su
compinche.
-Vamos, el puto astro asoma...- ambos
se dirigen a la iglesia mayor.
El primer canto del gallo hace eco
entre las callejuelas cuando entran al templo.
-Trae- ella le arrebata el cuchillo -Ya
sabes, esta vez que tu excusa sea más creíble- se dirige hacia la
cripta cerrando el portón de hierro tras de sí.
El verdugo agacha la cabeza ocultando
su mentón en las negras ropas y toma asiento en uno de los bancos,
observando cómo el cura sale de la capilla y comienza a preparar la
ceremonia. Algunos feligreses entraban ya, entre ellos la mujer del
sombrío criminal que se sienta junto a él.
-¿Dónde estuviste?-
Holo soy Laminé, que mola mucho tu relato y es muy de mi estilo, que escribes muy bien :3
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